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La Real Academia Española de la lengua define en una de sus acepciones “jugar” como hacer algo con el objetivo de divertirnos, entretenernos e incluso para ayudar a desarrollar nuestras capacidades. Por ello, el juego no es solo algo que tenga que ver con los niños y niñas, el juego debe estar presente a lo largo de toda nuestra vida. El problema es que no todos los juegos valen para todas las personas y menos para todas las edades.
El juego del calamar
Seguro que has oído últimamente hablar del juego del calamar. Si no sabes de qué va exactamente, no te preocupes, te lo resumo rápido. Es una serie coreana en la que personas con problemas económicos deciden participar en unos juegos con el fin de poder ganar un gran bote de dinero y poder así pagar todas sus deudas. Estos juegos a los que tienen que enfrentarse están basados en juegos infantiles con el hándicap de que si no ganan y por lo tanto no pasan al siguiente, les asesinan a sangre fría.
Una serie no apta para menores de 16 años
¿Y por qué se habla tanto de esta serie? Pues resulta que muchos niños y niñas han tenido la oportunidad de ver la serie y han empezado a jugar en los recreos de los colegios y parques imitando su dinámica. Y como resultado de esto, una gran parte de la población se ha escandalizado.
De tal manera, que a raíz de este fenómeno, el personal educativo se ha comenzado a quejar de que se permita ver estos contenidos inadecuados a niños y niñas. Y por otro lado, se han empezado a verter críticas hacia padres y madres por no hacer nada al respecto y ser supuestos cómplices de que accedan a estos contenidos.
Y a mí, me surgen dos grandes preguntas:
¿Es el juego del calamar lo peor que pueden ver los niños y niñas? ¿Acaso esto es algo nuevo?
Como Educadora Social tengo claro que este tipo de series no son adecuadas para infancia por, entre otros motivos, su contenido violento. Sin embargo, también considero que la alarma social sobre los contenidos que se permiten ver o a los que consigue acceder la infancia y juventud hace mucho tiempo que nos debería haber escandalizado. La realidad es que niños y niñas desde edades tempranas consumen multitud de series con gran contenido violento, sexual y machista, entre otras cosas, del que inevitablemente toman ejemplo y aprenden comportamientos.
Para que me podáis entender mejor, os voy a poner un ejemplo. Muchas series de dibujos animados son muchas veces inadecuadas para los y las más pequeñas porque están pensadas para dirigirse al público adulto, pero como son “dibujitos” muchas personas caen en el error de permitir visualizar estos contenidos sin comprobar si ese contenido es conveniente para su edad.
Nos encontramos con que uno de los peligros de este tipo de series es que generalmente los personajes no tienen consecuencias. Es decir, pueden hacer y deshacer comportamientos sin realmente sufrir unas consecuencias como pasaría en la vida real. Pueden saltarse las normas, incluso cometer un delito o asesinar a una persona y que no pase absolutamente nada.
Esto lanza un mensaje equivocado a niños y niñas que todavía no diferencian correctamente la ficción de la realidad, lo bueno y lo malo. Y que además, están en un momento de aprendizaje donde lo absorben todo como esponjas.
Otro ejemplo en el que también podemos ver estos peligros son los videojuegos. Nos escandalizamos porque vean series donde mueren personas pero normalizamos que las maten jugando con la consola. ¿Paradójico, no? Este tipo de juegos pueden conseguir llegar insensibilizar a la persona. Y una vez más, les puede afectar a su percepción conllevando a problemas para discernir la realidad de la ficción.
Necesitamos como sociedad realizar un ejercicio de reflexión
A pesar de todo esto, el problema ya no es solo que se permite a niños y niñas acceder a contenido inadecuado aunque este clasificado para otras edades. El problema fundamental es lo fácil que es acceder a ese contenido. Y no creo que haya que generalizar y poner todo el peso de la culpa en padres y madres. Ni creo que la mejor solución sea apuntar con el dedo a quien consideramos culpable.
Sino que necesitamos como sociedad realizar un ejercicio de reflexión. Ya que a pesar de los avances que se han conseguido, no solo pueden acceder a este tipo de contenidos en sus casas. Sino que tienen mil formas de hacerlo como puede ser en el colegio, en tiendas, en centros infantiles, mediante sus dispositivos electrónicos y un largo etcétera. Primando incluso en algunas ocasiones el dinero por encima de la protección de el o la menor.
Necesitamos por tanto parar y reflexionar, preguntarnos qué tipo de contenidos y mensajes estamos enviando a nuestra infancia y juventud, y cuáles queremos realmente enviar porque si de algo podemos estar seguros y seguras es que les marcarán y acompañarán en el resto de sus vidas.