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Vas a las rebajas y ves un jersey que te encanta asi que ni te lo piensas y lo compras. A los dos días, lo estrenas y luces ese jersey orgulloso porque consideras que ha sido una de tus mejores compras, te queda como un guante. Además, es la ocasión perfecta para estrenarlo porque vas a tomar algo con unos amigos.
Durante la conversación, sin venir a cuento, uno de ellos te dice que el jersey que llevas es horrible. Tú contestas con una broma y haces como si te diera igual su comentario, pero en realidad no es así. No quieres darle importancia, ha sido solo un comentario inofensivo.
Sin embargo, dejas de ver el jersey con los mismos ojos, ya no te apetece tanto ponértelo. El tiempo va pasando y el comentario sigue presente en tu cabeza, aunque no seas consciente de la importancia que realmente ha tenido. Finalmente, llega un momento que acabas dejando de ponerte ese jersey porque acabas creyendo que no te gustaba tanto y que tampoco te quedaba tan bien.
Esta situación es algo habitual y cotidiano, a veces el motivo es una prenda de vestir, otras un peinado, incluso cosas más peligrosas o duras como puede ser el físico de alguien. Y todas, absolutamente todas tienen un impacto en menor o mayor medida en la otra persona.
Las acciones tienen consecuencias
Vivimos en una sociedad en la que hemos normalizado que se puede opinar de todo y de todos/as. Pero parece que se nos ha olvidado una regla muy sencilla: las acciones tienen consecuencias. Y los comentarios también. ¿Crees que el amigo de la persona de la historia se paró a pensar, aunque fuera un segundo el impacto de sus palabras?
Sé, de verdad que lo sé, que muchas personas al leer esto pensarán “cada vez tenemos la piel más fina, ahora ya no se puede decir nada”. Y no es eso, de verdad que no. Podemos opinar, claro que podemos hacerlo. Lo que no podemos hacer es juzgar a los demás creyéndonos que somos mejores por decirles todo lo que no nos gusta de ellos y ellas.
Si alguien te pide tu opinión, adelante. Si no lo hace, quizás es mejor que no digas nada. Y, sobre todo, recuerda:
- No puedes criticar el look de una persona. Tiene derecho a vestirse, maquillarse, etc. como le da la gana.
- No puedes opinar sobre el aspecto físico de una persona. Esa persona ya sabe cómo es, tiene espejos en su casa. Entendamos de una vez por todas que la diversidad nos enriquece.
- No puedes juzgar la vida de una persona porque sencillamente no es tu vida, no tienes ni idea de las cargas invisibles que lleva sobre sus espaldas.
- No puedes invalidar los sentimientos de una persona. Tiene todo el derecho de vivir sus emociones y expresar lo que siente, simplemente respétalo y si puedes, acompaña.
El odio en redes sociales
Y si ahora te pido que todo lo que has leído hasta ahora lo pongas también en práctica en las redes sociales. En ese mundo virtual que cada día se parece más a un campo de batalla. ¿Crees que las reglas deberían ser las mismas?
Aunque leyendo las noticias de las últimas semanas parezca lo contrario, estar detrás de una pantalla no nos da derecho a decir lo que queramos, sin ningún filtro ni consecuencia. Sin embargo, parece que hemos llegado a un punto en el que estar detrás de un perfil de una red social nos insensibiliza, nos hace sentirnos dioses y diosas, y olvidamos que en el otro lado hay una persona real que siente y padece. Una persona a la que de una u otra manera, le afectarán los comentarios que reciba.
Las personas que tienen redes públicas con un número alto de seguidores o que son conocidas muchas veces tienen que aguantar ataques constantes de personas desconocidas que aprovechan el anonimato para verter su odio. Muchas veces con la excusa de que como son personas expuestas tienen que aguantarlo todo. Y yo me pregunto, ¿Faltarías al respeto a alguien que no conoces de nada por la calle? ¿Irías a la casa de alguien que en realidad no conoces de nada a decirle todo lo que opinas de esa persona?
Una cruzada en nombre de «la sinceridad»
Entonces, ¿por qué si lo hacemos por una red social? Y no, no vale apelar a “alguien se lo tenía que decir” en nombre de la sinceridad porque antes que la sinceridad va la prudencia y hay límites que jamás hay que cruzar.
Poner comentarios ofensivos en redes sociales es una manera de verter odio a nuestro alrededor. Alguna vez te has preguntado ¿cómo me sentiría yo si recibiera estos comentarios? o ¿cómo me sentiría yo si esos comentarios se los hicieran a una persona importante para mí? No se ve desde la misma perspectiva cuando hablamos de nosotros o nosotras mismas o de nuestro círculo cercano, a cuando pensamos en alguien que lo más seguro es que ni siquiera conozcamos de nada.
Este tipo de prácticas puede hacer muchísimo daño a la persona que lo recibe. Denotan que existe un problema, pero no en la otra persona sino en quien escribe el comentario. A veces, es una forma de proyectar los problemas en otra persona, pero hacer esto no va a conseguir que desaparezcan los problemas, ni siquiera proporcionará alivio. Lo único que se consigue con este tipo de acciones es destrozar a otra persona, que no se lo merece.
Sin mas opción que cerrar las redes
Muchas personas públicas y/o famosas han tenido que cerrar sus cuentas en redes sociales por cuidar su salud mental. Porque por mucho que te cuides, que intentes no hacer caso, o pienses que eso no es verdad, los comentarios hacen daño y afectan. Y esto, que para muchas personas solo es un juego, es algo muy serio. Ser víctima de odio en redes sociales puede acarrear muchos problemas psicológicos como depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimenticia, entre otros. Incluso ha habido casos en los que desgraciadamente la víctima ha llegado a quitarse la vida para dejar de sufrir este tipo de acoso. Porque ese comentario, que a ti te puede parecer una tontería o un juego, a otra persona puede destruirla por completo.
Somos responsables de lo que decimos
Por todo esto, no se me ocurre mejor manera de acabar este artículo que pedirte que, por favor, seas responsable y comprensivo/a con lo que dices y lo que escribes porque de alguna manera afectará a otra persona.
Y por supuesto, una vez más quiero recordarte que, si no te sientes bien y necesitas ayuda, hay profesionales y recursos que pueden ayudarte. Por favor, pide ayuda.
Si has sufrido o estas sufriendo ciberacoso, contacta con el INCIBE