Puede que lo parezca, pero no todos los episodios de calor extremo se consideran oficialmente una ola de calor, ya que este último punto es algo que las autoridades deben decretar y, para que esto pase, deben cumplirse varios criterios técnicos que van mucho más allá de ver que el termómetro supera los 40 grados. En España, por ejemplo, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) fija un protocolo muy claro para distinguir entre un día de mucho calor y un evento meteorológico extremo que puede impactar negativamente en la salud y el medioambiente.
En concreto, una ola de calor se declara cuando al menos el 10 % de las estaciones meteorológicas de una zona determinada registran, durante tres días consecutivos o más, temperaturas máximas por encima del percentil 95. Es decir, se comparan las temperaturas actuales con las más elevadas registradas entre los años 1971 y 2000, y solo si están entre las más extremas, se activa la alerta. Es por ello que no basta con pasar mucho calor un día suelto, ni siquiera si se repite al día siguiente, sino que tiene que haber persistencia y una distribución geográfica concreta.
Así se define una ola de calor… y por qué puede variar según el país
Lo cierto es que, aunque nos pueda parecer un término universal con unos requisitos fijados por la gran mayoría de países del globo, la ola de calor (tal y como la conocemos en España) es medida y detectada en cada lugar con un sistema y unos umbrales distintos. Un ejemplo de ello es Argentina, cuyo Servicio Meteorológico Nacional considera que una ola de calor ocurre cuando las temperaturas máximas y mínimas superan durante al menos tres días seguidos los valores de referencia para esa localidad, calculados con datos históricos entre 1961 y 2010, es decir, que cogen 50 años mientras que nosotros solo 30.
La física y meteoróloga Isabel Moreno lo resume bien: “No vale con que haga calor un día, ni siquiera en una sola ciudad. Tiene que ser un fenómeno extendido y persistente, y debe cumplir criterios técnicos para ser declarado oficialmente”. Esto también implica que algunas olas se detectan con posterioridad, al revisar los datos, o que episodios previstos acaban no cumpliendo los requisitos necesarios para denominarse como tal.
El cambio climático y las olas de calor más frecuentes y letales
Lo más preocupante de todo es que las olas de calor ya no son un fenómeno extraño o que se den muy raramente, sino que se han vuelto más frecuentes, más intensas y, lo peor de todo, se alargan más en el tiempo, factores que han sido provocados por el cambio climático. Esto es algo que ya ha sido demostrado en diversos estudios, pero haremos referencia a uno de los más actuales y que se realizó por parte del World Weather Attribution, en el que se muestra que solo el año pasado (2024) el calentamiento global hizo que 41 días fuesen considerados como de “calor peligroso” a nivel mundial.
Un ejemplo también muy reciente lo tenemos cuando en 2021 Canadá tuvo una ola de calor tan grave que en la cual se alcanzaron temperaturas que estaban 20 ºC por encima de lo habitual, haciendo que durante una semana, algunas zonas de ese país llegaran a los 49,6 ºC. Esta ola de calor provocó cientos de muertes e incendios forestales muy devastadores, lo cual se pudo ver, por desgracia en el pueblo de Lytton, donde se alcanzó esa cifra récord y el cual quedó completamente calcinado en menos de 24 horas.
En España también se ha notado esta tendencia, y es que las olas de calor son ya cinco veces más probables que en la época preindustrial, según el último informe del IPCC. Y la explicación está en el tipo de fenómenos meteorológicos que las originan, que son las masas de aire extremadamente cálidas, los anticiclones persistentes o los dorsales que actúan como tapas que impiden la ventilación del aire caliente.