La escena se repite cada vez más. Quien no aprovecha la compra semanal del Mercadona para reservar sus platos especiales de Navidad, acude a una empresa de catering para contratar lo que serán sus comidas y cenas de esos días de reuniones que están a la vuelta de la esquina (cuando no, directamente reservan mesa en un restaurante y se preparan para comer y cenar fuera de casa). Se trata de una alternativa cómoda -salvo quien trabaja, claro-, Pero no solo eso: recurrir a un catering, o a llámelo usted como quiera, sirve para reducir el estrés y optimizar el tiempo, una cuestión que va íntimamente ligada a la anterior.
Y es que el ritmo al que vivimos, a veces, nos lleva a tomar estas decisiones que quizás nos alejen de la tradición, pero, sin duda, nos acercan a la operatividad y a tener una Navidad tranquila (al menos hasta que el cuñado o la suegra pongan alguna pega). Esta situación se da, por ejemplo, en casas en las que se trabaja hasta los días 24 o 31. Si de repente el marido apura las horas en el taller para ganar ese tiempo y la mujer lo hace en su oficina y el margen se le reduce… Pasa, también, en otras familias en las que, a ese trabajo, se le añade, por ejemplo, tener a personas dependientes o niños a los que atender. Que luego son todo prisas.
Ante estos escenarios, hay empresas de catering que directamente te lo traen todo a casa, si bien existen otras alternativas, como la de que la contratación no deje de ser en el formato de llevar para consumir (sea como sea, si te lo estás pensando, a estas alturas para Nochebuena y Navidad quizá vayas tarde…). Igualmente, las familias pueden acudir a un modelo mixto: comprar algo que esté preparado, que sea meter al horno y listo, para tener como primer o segundo plato, pero destinar el -poco- tiempo que puedan tener a preparar un marisco, a hacer plato restante… En fin; fórmulas hay casi tantas como uno quiera.
Por qué el catering no es solo para vagos
Lo fácil es pensar -sobre todo si se es tradicional y uno está acostumbrado a ver a la madre, a la tía o a la abuela echar el día 24 y el 31 entre fogones- que contratar el catering o comprar comida preparada es algo de vagos, y no solo. Puede suceder, efectivamente, que quien hace de anfitrión no tenga tiempo para mucho más. Basta con pensar en los profesionales de servicios como los mismos supermercados. Si encima al llegar a casa, poco antes de la hora fijada para recibir a los invitados, tiene que ponerse a cocinar… Definitivamente sí, mejor catering que estrés.
Esta cuestión es objeto de debate no solo en familias, sino en medios de comunicación, donde llegan a centrar o a ocupar ratos de televisión o radio. Así lo hizo COPE hace unos días, atendiendo a diferentes oyentes que daban su visión sobre el tema. «Me dedico a otros detalles como decorar la mesa y sé que voy a quedar fenomenal con el catering: los platos son más ricos», explicaba una oyente. «Quienes contratan un catering quieren garantizarse una experiencia gastronómica de alta calidad para dedicarse a disfrutar de la compañía», indicaba una chef. Hay que tener en cuenta, además, que lo que parece un engorro (o enmarronar a terceros) refuerza, igualmente, la economía de otras personas…
No en vano, el sector del catering creció a lo largo del 2024 en un 8,8%, frente al 6,6% del consumo de los platos preparados, la alternativa -a menudo, más económica- por la que muchas familias optan. Precisa de planificación, para evitar quedarse sin cena o comida, pero muestra una tendencia claramente alcista que mantiene, pese a las dudas, ciertos visos de tradición, puesto que está en cada uno decidir si quiere pedir pavo, cochinillo, rodaballo o merluza. No en vano, esta alternativa, que ha a reforzar la hostelería, cuenta a menudo con una oferta variada y rica; puede que diga tu abuela que no tanto como lo que ella hacía, pero, seguro, mucho, y sin necesidad -hay ofertas para todos los bolsillos- tampoco de arruinarte.
