Es oficial: el Gobierno aprueba por fin, tras dos años de espera, el anhelado Estatuto del Becario

El Gobierno ha dado, por fin, el paso que miles de jóvenes esperaban desde hace años, y es que el Estatuto del Becario ha sido aprobado oficialmente, lo cual implica que, por primera vez, quienes realizan prácticas en una empresa van a tener un marco legal más claro y una serie de derechos que hasta ahora, por desgracia, brillaban por su ausencia. Y es que este Estatuto del Becario del que tanto hemos hablado ya ha dejado de ser una promesa vaga, un sueño inalcanzable para todos los que estén en esta situación, sino que ya es una realidad que marcará un antes y un después en la vida de estudiantes y recién titulados.

La aprobación del Estatuto del Becario llega con más de dos años de retraso desde que se firmó el acuerdo inicial con los sindicatos, pero su puesta en marcha supone un cambio de rumbo muy necesario para las empresas y cómo gestionaban a este tipo de “trabajadores·, ya que estas tendrán obligaciones más concretas, haciendo además que los becarios estén más protegidos y las prácticas dejarán de ser ese terreno ambiguo donde unos aprendían… y otros se aprovechaban.

¿Qué cambia con el nuevo Estatuto del Becario?

El nuevo Estatuto del Becario nace con un objetivo de dignificar las prácticas y evitar abusos a los que, hasta ahora, muchos estudiantes se enfrentaban aceptando tareas propias de un trabajador sin recibir ni un euro, ni apoyo formativo, ni un responsable que hiciera un seguimiento real. Gracias a esta normativa, por fin se reconoce que formarse no debe implicar precariedad.

Una de las grandes novedades que introduce el Estatuto del Becario es que las empresas estarán a partir de ahora obligadas a cubrir los gastos que genere la realización de las prácticas, es decir, aquellos relacionados con el transporte, la manutención o incluso el alojamiento si fuera necesario. Si bien esto como tal no es un salario, pero sí que supondrá un alivio económico muy grande para quienes, hasta ahora, tenían que costearse todo de su bolsillo para “poder aprender”, algo que no todas las familias podían asumir.

Además, el Estatuto del Becario establece que un estudiante en prácticas no podrá, bajo ningún concepto, sustituir a un trabajador; vamos, que se ha acabado eso de “haz lo mismo que el de al lado, pero sin contrato ni sueldo”, lo que supone que la figura del becario pasa a tener un plan formativo real, con objetivos, tutor asignado y una experiencia que debe servir como aprendizaje y no como mano de obra barata.

Otra de las claves del Estatuto del Becario es que no se podrá discriminar a los becarios dentro de la empresa, de tal forma que tendrán acceso a los mismos espacios comunes que el resto de trabajadores, algo que en teoría parece lógico, pero en la práctica no siempre se daba. Con esta regulación, se refuerza la idea de que el becario no es alguien “de fuera”, sino parte del equipo que quiere formarse, pero que también aporta a la empresa.

Sanciones económicas y un cambio cultural necesario

El Estatuto del Becario incluye un régimen sancionador bastante contundente para evitar que la norma quede en papel mojado, y es que las empresas que incumplan todo esto podrán enfrentarse a multas que van desde los 7.500 euros hasta más de 225.000 euros en los casos más graves. Pero más allá de estas importantes cantidades, lo que se pretende también es cambiar la visión que se tenía de los becarios y de las prácticas, recordando con ello que no sustituyen a ningún trabajador, sino que van a las empresas a formarse en el mundo laboral real.

También hay que señalar que el camino para aprobar el Estatuto del Becario no ha sido nada sencillo, ya que ha habido discrepancias dentro del propio Gobierno y rechazo por parte de la patronal, así como dudas desde algunas universidades. Pero a pesar de todo esto, ahora lo que habrá que hacer es aplicar el Estatuto del Becario de forma progresiva y vigilar para que no quede en teoría.

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