Ciertos objetos lugares son tan cotidianos para nosotros que los pasamos por alto, como por ejemplo los ascensores, en los cuales solo pensamos cuando nos encontramos que tenemos que subir varias plantas a pie por las escaleras ya que se ha estropeado o ese edificio en concreto no los tiene. Pero si hay otra cosa relacionada con ellos pero que pasa aún más desapercibida son los espejos que hay en sus paredes, y es que si te fijas prácticamente todos tienen uno o más de estos objetos y, la verdad, es que hay muchos motivos para que esto sea así y no es que nos podamos hacer un selfie.
Por si no lo sabías, la historia de los ascensores se remonta a finales del siglo XIX, cuando comenzaron a instalarse los modelos más similares a los que tenemos hoy en día, los cuales generaban ansiedad a quienes subían en ellos debido a que no estaban acostumbrados a desplazarse en espacios cerrados y en movimiento vertical. Este fue el primer motivo para instalar espejos en estos lugares, haciendo su primera aparición en 1857 en Nueva York y 20 años más tarde en España, en el número 5 de la calle Alcalá de Madrid, y que es obvio que se tuvo como bueno ya que a día de hoy se han mantenido.
Los motivos por los que los ascensores tienen espejos
Nos ayuda a reducir la claustrofobia y da sensación de amplitud
El primer motivo por el que los espejos se empezaron a instalar en los ascensores modernos fue para resolver el problema que hemos mencionado al principio de este artículo: que la gente no estaba acostumbrada a viajar en vertical en un espacio tan reducido, ya que esto les generaba una especie de sensación de claustrofobia o ansiedad en sus pasajeros. Los espejos ayudan a combatir esto, ya que crean la ilusión de que el espacio es más grande, amplio y menos opresivo, motivo por el cual también podemos encontrarlo en muchas casas.
Permiten prevenir delitos y nos ayudan a vigilar nuestros alrededores
Si bien el anterior motivo fue el que instó a poner espejos en los ascensores en su momento, actualmente nos encontramos que la principal razón de su existencia en estos lugares es la seguridad de los usuarios ya que, debido a lo reducido del espacio y a que en este podemos viajar con completos extraños, el controlar nuestro entorno se ha convertido en algo necesario. A esto hay que sumarle que nos encontramos en una cabina que puede tener más o menos tamaño, pero que está cerrada al exterior, por lo que los espejos nos ayudan a prevenir robos, hurtos o agresiones viendo lo que tenemos detrás de otros sin necesidad de girarnos.
Esto es especialmente útil en lugares donde los hurtos de bolsos o mochilas son comunes, como en las grandes ciudades, ya que sirve como herramienta para disuadir a las personas que tengan malas intenciones. Esto nos genera al resto de usuarios una sensación de control y seguridad sobre nuestro entorno, además de permitirnos identificar el rostro o los movimientos de los posibles delincuentes, lo que facilitaría cualquier investigación policial.
También tienen un efecto psicológico positivo sobre nosotros
Aunque parezca algo difícil de creer, los espejos en los ascensores también pueden llegar a tener un efecto positivo en el estado de ánimo de quienes los utilizan, ya que el vernos reflejados en ellos nos permiten autoafirmarnos, lo cual quiere decir que nos recordamos a nosotros mismos nuestra identidad y nuestra apariencia, algo que en un espacio tan pequeño y puede que lleno hasta los topes de desconocidos fomente nuestra confianza y la sensación de familiaridad.
En relación a esto, sobre todo con la confianza, los espejos en los ascensores nos permiten echar un vistazo rápido a nuestra apariencia y arreglar cualquier detalle que no esté en su sitio, lo que es muy positivo sobre todo en entornos laborales.