Anteriormente hemos hablado sobre qué es el bullying y cómo detectarlo, por lo que se considera necesario dar un paso más y hablar sobre cómo podemos actuar en situaciones de acoso escolar a menores.
Muchas de las intervenciones realizadas centran sus actuaciones en la víctima de dicho acoso; si bien, no debemos olvidar que, además de actuar con la víctima es preciso dirigir nuestras actuaciones al agresor. De forma contraria, sólo cambiarán las víctimas pero el problema seguirá persistiendo. Por ello, en el presente artículo se pretende dar unas pautas de actuación dirigidas tanto a la víctima como al agresor, así como con los posibles testigos del acoso.
Papel de los padres frente al acoso escolar
Es muy importante que los padres de los menores que sufren acoso escolar fomenten los canales de comunicación entre ambos con el fin de que el menor se sienta cómodo para contarnos todo lo que está viviendo y, de este modo, además de incrementar su autoconfianza, poder ayudarle. Debemos de transmitirle el mensaje de que él no es el culpable de la situación y mostrarle en todo momento nuestro apoyo para que no se sienta abandonado, para ello es muy importante que, además de pasar tiempo con él, los padres mantengan la calma y muestren determinación y positivismo. Todo esto evitando crear lazos de dependencia que harán que el menor muestre más inseguridad y no adquiera las habilidades necesarias para afrontar la situación.
Mostrar mensajes que estimulen a que el menor se muestre agresivo o tome venganza como forma de hacer frente al bullying es contraproducente, en tanto que lo único que lograremos será mayor violencia. Por el contrario, una buena forma de afrontar la situación es enseñarle alternativas asertivas que ayuden a hacer frente a los acosadores, practicando las posibles respuestas con el menor.
Cuando el acoso es prolongado es beneficioso recurrir a los profesionales especializados necesarios para que el menor pueda superar, de forma positiva, la solución por la que atraviesa; como pueden ser Psicólogos, Trabajadores Sociales y Educadores Sociales.
Por el contrario, en caso de que nuestro hijo sea el acosador, en primer lugar debemos de evitar actitudes que muestren que la culpa es de otras personas, asumiendo nuestra responsabilidad sobre la conducta de nuestros hijos sin ignorar la situación. Como en el caso contrario, establecer unos buenos canales de comunicación para tratar de resolver el problema con nuestro hijo será fundamental; de forma que, mostremos que desaprobamos su conducta sin que por ello sienta que le rechazamos.
Con el fin de erradicar las malas conductas de nuestros hijos, algunas de las pautas que podemos llevar a cabo son:
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Canalizar las conductas agresivas mediante otras actividades que sean más beneficiosas, como puede ser la práctica de algún deporte o alguna otra actividad extraescolar.
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Pasar tiempo con él realizando actividades que le enseñen conductas no violentas puede ser muy útil, en tanto que, además de fortalecer los lazos familiares, el menor podrá adquirir las habilidades y competencias necesarias para una buena convivencia en el entorno escolar.
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Los refuerzos positivos cuando observemos las conductas deseadas en el menor pueden favorecer mucho el cambio del menor. No obstante, estos refuerzos deben adaptarse al menor: su edad, aficiones, conducta que ha mejorado, esfuerzo realizado para ello,…
En ambos casos, mantener comunicaciones con el centro escolar para, además de alertar lo que ocurre, cooperar en la resolución del problema de forma conjunta es de vital importancia. El trabajo por separado del centro y los padres puede hacer que la resolución del problema se retarde, en tanto que para su superación es preciso establecer unos objetivos y actuaciones comunes.
Papel del centro escolar frente al acoso escolar
En primer lugar, es preciso señalar que la principal actuación que deben realizar los centros escolares en lo relacionado con el bullying es la prevención del mismo. No obstante, una vez detectado un caso de acoso escolar dentro de un centro escolar, es muy importante que el centro ponga en marcha las actuaciones necesarias para hacer frente, de forma directa, a la situación; evitando actitudes y comportamientos apoyados en pensamientos como que “es un caso aislado” o “son cosas de niños”.
Como se ha mencionado anteriormente la comunicación con la familia, tanto del agresor como de la víctima, es fundamental para comenzar las diferentes actuaciones que, de forma conjunta, fomentaran la resolución del problema. Muchos centros cuentan con protocolos de actuación ante el acoso escolar, basados en la observación y protección de la víctima, de forma que los padres deberán de conocer qué pasos de van a realizar desde el centro y qué actuaciones van a realizar de forma conjunta, además de recibir por parte del equipo profesional las orientaciones que sean convenientes para que los padres puedan hacer frente a esta situación.
Las actuaciones con la víctima desde el centro escolar, además de la vigilancia y la protección, se basan en fomentar su autoestima y autoconfianza. Es fundamental trabajar con él para que se sienta seguro dentro del centro, de forma que será necesario crear un ambiente en el que pueda expresar cómo se siente y que, de este modo, vaya adquiriendo las habilidades necesarias para hacer frente al problema. Debido a la inseguridad que puede crearle estar en el centro, hay que mostrarle que, a pesar de no estar sus padres, con quien más protegido se siente, no está sólo frente al problema, es preciso que sepa que cuenta que todo el equipo profesional para contarle cualquier problema que pueda tener. Además, se le proporcionará el apoyo psicológico que requiera para superar el episodio de acoso escolar que sufre. No obstante, tampoco es recomendable crear lazos de dependencia con los profesionales del centro ni apartarlo de sus compañeros para evitar las agresiones. El objetivo es que el menor se sienta integrado y seguro en el centro, para lo cual será fundamental normalizar, dentro de lo posible, la situación.
Con respecto al agresor, además de las medidas correctoras pertinentes, son necesarias actuaciones que le enseñen a responsabilizarse de sus actos y fomente un cambio de actitud. No es tan importante castigar al menor por lo ocurrido como potenciar el cambio de actitudes desde actuaciones positivas; no es contraproducente educar contra la violencia desde un punto de vista en el que todo lo que se transmite son acciones y mensajes con consecuencias negativas para el menor, puesto que lo más probables es que se incremente la ira contra la víctima. Para ello, algunas de las acciones más características serán:
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Entrevistas con el alumno, en las que se fomente la autorreflexión sobre sus sentimientos y conductas, evitando las represalias.
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Hacer que se ponga en el papel de la víctima, de forma simulada, con el fin de trabajar la empatía con la víctima y, de este modo, reducir sus comportamientos agresivos. Es importante no transmitir mensajes en los que se sienta culpabilizado, simplemente se pretende que comprenda cómo se siente una víctima de bullying, de forma que si se siente juzgado de puede retrasar el proceso de comprensión.
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Fomentar actividades en grupo basadas en el aprendizaje de valores como el respeto a los demás, la resolución de conflictos sin violencia, etc.
Por último, y desde una perspectiva de sensibilización, es muy importante que el centro implique a toda la comunidad educativa en las actuaciones de intervención frente a los casos de bullying. Con ello, además de prevenir futuros casos de violencia escolar, se fomentará la colaboración del alumnado en la detección de los mismos. Además, la implicación de toda la comunidad educativa es una gran oportunidad para enseñar a los niños los valores de convivencia adecuados. Para ello, algunas de las actuaciones más apropiadas pueden ser:
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Participación en programas de apoyo y ayuda a sus compañeros.
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Asunción de responsabilidades a través de equipos de mediación.
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Facilitarles información relevante sobre el fenómeno del bullying.