En un mercado laboral cada vez más complejo acceder, las personas mayores de 50 años tienen que gestionar múltiples barreras para volver a insertarse en el mundo del trabajo. A pesar de contar con experiencia y habilidades consolidadas, muchas veces son descartadas en favor de perfiles más jóvenes, lo que agrava su situación económica y personal.
Conscientes de esta nueva situación, las instituciones públicas han desarrollado mecanismos de apoyo concretos. Hoy en día, existen dos ayudas superiores a 600 euros al mes disponibles para personas mayores de 50 años, que pretenden ofrecer un respiro económico a la vez que estas personas siguen buscando empleo o mejorando su situación.
Subsidio por desempleo para mayores de 52 años
Una de las prestaciones que más sobresalen es el subsidio para mayores de 52 años. Esta ayuda está pensada para aquellas personas que, a pesar de no han alcanzado la edad de jubilación, ya no logran acceder al mercado laboral de manera estable. Se trata de un subsidio que gestiona el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), y su propósito es otorgar un ingreso mínimo mensual, además de garantizar cotización a la Seguridad Social de cara a una futura pensión.
Requisitos y características del subsidio
Para tener acceso a esta ayuda, se requiere cumplir con varios criterios. Se debe tener al menos 52 años cumplidos al momento de la solicitud, estar en situación de desempleo total o trabajando a tiempo parcial y se debe estar inscrito como demandante de empleo. Asimismo, se requiere haber cotizado previamente por desempleo al menos seis años a lo largo de la vida laboral y contar con todos los requisitos, salvo la edad, para tener acceso a una pensión contributiva de jubilación.
El subsidio asegura una prestación mensual de 480 euros, lo que corresponde al 80% del IPREM. Aunque esta cifra es no supera a 600 euros, lo realmente beneficioso es que el Estado cotiza por el beneficiario un 125% de la base mínima de cotización actual, que en 2025 se sitúa en 1.381,33 euros. Así, la base sobre la que se cotiza sube a 1.726,66 euros mensuales, lo que supone una ventaja sustancial para la futura pensión.
Este subsidio puede mantenerse de manera no definida siempre que se continúen cumpliendo las condiciones, lo que hace esta prestación en una herramienta clave para aquellos, a partir de los 52 años, enfrentan complicaciones para reinsertarse en el mundo laboral.
Ingreso Mínimo Vital para mayores de 50 años
La segunda de las ayudas mayores a 600 euros mensuales disponibles para personas mayores de 50 años es el Ingreso Mínimo Vital (IMV). Esta prestación de tipo no contributiva, implementada para prevenir situaciones de pobreza extrema, puede ser solicitada tanto por personas que viven solas como por unidades de convivencia, siempre que cumplan con los criterios de ingresos, patrimonio y residencia legal.
Cómo funciona el Ingreso Mínimo Vital
El IMV dispone de una cuantía mensual que varía en función del número de personas que constituyen el hogar. Para una sola persona, la cantidad puede superar los 650 euros mensuales. En hogares más numerosos, las cifras crecen considerablemente, llegando hasta 1.449,39 euros en unidades de convivencia con cinco miembros o más.
Asimismo, si en el núcleo familiar hay personas con discapacidad igual o superior al 65% o se trata de una familia monoparental, la cuantía puede incrementarse todavía más. También se puede complementar con el CAPI, una ayuda extra por cada menor a cargo, lo que puede elevar significativamente el ingreso final al mes.
Aunque esta ayuda está concebida para colectivos en riesgo de exclusión, las personas mayores de 50 años que no logran generar ingresos suficientes también pueden ser beneficiarios, siempre que cumplan con los requisitos exigidos por la Seguridad Social. Esta prestación, a parte de garantizar ingresos superiores a 600 euros, ofrece cierta estabilidad durante la búsqueda de empleo o hasta que mejoren las condiciones económicas del solicitante.
La existencia de estas ayudas mayores de 600 euros al mes disponibles para personas mayores de 50 años responde a un problema estructural: la discriminación por edad o edadismo. Este hecho, cada vez más extendido, impide que profesionales capacitados puedan seguir desarrollando su carrera en igualdad de condiciones.