Ni americana ni moderna: los verdaderos orígenes de Halloween están mucho más cerca de lo que crees

Parece que Halloween es sinónimo de Estados Unidos, con todas esas calabazas de sonrisas dentonas iluminadas, los niños disfrazados haciendo el “truco o trato” y pidiendo caramelos o con las películas de terror que nos hacen saltar en nuestros asientos a la mínima de cambio, convirtiendo esta fiesta en todo un fenómeno cultural asociado a lo ‘yanki’. Pero lo cierto es que Halloween ni nació en Norteamérica, ni es una festividad moderna que los europeos hemos importado y que ahora también celebramos; y es que sus raíces se encuentran mucho más cerca, en tradiciones de nuestro continente que se remontan a siglos atrás.

Ya en la antigüedad, comunidades celtas y romanas celebraban el fin de la cosecha y rendían homenaje a sus difuntos en torno al cambio de estación y, aquellas costumbres, mezcladas con la posterior festividad cristiana de Todos los Santos, dieron lugar a lo que hoy conocemos como Halloween. Por eso, aunque Hollywood lo haya vestido de espectáculo, esta fiesta tiene un origen profundamente ligado a Europa y a la manera en que nuestros antepasados veían esta época del año.

Halloween y el Samhain celta

El verdadero origen de Halloween se encuentra en el Samhain, el cual es una celebración que llevaban a cabo los druidas y que marcaba el inicio del invierno y el nuevo año celta, que se encuentra en la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre en nuestro calendario. Según las creencias de los celtas, durante esas horas se abría un portal entre el mundo de los vivos y el de los muertos, lo que permitía que las almas de los difuntos regresaran a la Tierra.

Para protegerse de los posibles espíritus malignos, se encendían numerosas hogueras y se dejaban ofrendas en las puertas de las casas, algo que los historiadores asocian al conocido como ‘trick or treat’ que hacen los más pequeños en Halloween, o como nosotros lo conocemos aquí: el “truco o trato”. Por su lado, las máscaras y los disfraces que nos ponemos a día de hoy más por diversión que por otra cosa, antiguamente servían para confundir a los fantasmas y evitar de este modo que nos reconocieran como seres humanos.

El legado romano y cristiano en Halloween

Pero no te creas que solo los celtas dejaron huella en esta fiesta, ya que los romanos celebraban el mundus patet, unos días concretos en los que se abría un templo simbólico que conectaba nuestro mundo con el de los muertos, unas jornadas en las que las almas podían visitar a los vivos, algo que guarda un gran parecido con lo que más tarde se viviría en Halloween.

Pero llegó el cristianismo y con él, a fin de integrar la festividad y sustituir lo que se consideraban en esta religión como prácticas paganas, la Iglesia instauró en el siglo VII el Día de Todos los Santos, primero celebrado en mayo y, posteriormente, trasladado al 1 de noviembre para hacerlo coincidir con todas las fiestas mencionadas. La víspera de esa fecha comenzó a llamarse All Hallows’ Eve, expresión que con el tiempo derivó en la palabra que hoy usamos: Halloween.

De Europa a Estados Unidos y vuelta al mundo

Durante la Edad Media, Halloween se celebraba en diferentes regiones de Europa, sobre todo en Irlanda y Escocia, donde sobrevivieron muchas de las costumbres celtas. La emigración masiva de irlandeses a Estados Unidos en el siglo XIX llevó consigo esas tradiciones y allí, poco a poco, se mezclaron con otras costumbres locales hasta convertirse en la fiesta popular y comercial que conocemos.

La calabaza, por ejemplo, no formaba parte del símbolo original, que era el nabo, pero que en tierras americanas fue sustituido por la calabaza, mucho más abundante y fácil de tallar. Así nació una de las imágenes más representativas de Halloween, la linterna de Jack. Todo un ejemplo de cómo esta fiesta ha ido evolucionando y cómo nos ha llegado su celebración de nuevo al viejo continente.

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